La duda sobre si ser un escritor de literatura fantástica o realista nos ha surgido alguna vez a todos. En teoría, cada uno de nosotros debería conocerse lo suficiente para saber con exactitud cuál es la temática que le llena y cuál no y digo «llenar» porque, que te guste no es suficiente.
A una persona pueden gustarle los niños, pero tal vez el trabajo de profesor no le haga sentirse realizado y de ser así, jamás llegará a estar a gusto con lo que hace.
Con la escritura ocurre lo mismo.
Tal vez te guste mucho la ficción de terror y, sin embargo, cuando intentas escribir algo con esta temática, te das cuenta de que te cuesta mucho plasmar las ideas o recrear las escenas. Seguramente, consigas terminar alguna obra o escrito con esta temática, pero el resultado estará lejos de ser bueno.
No obstante, supón que eres una persona observadora a la que no se le escapa un detalle. Te gusta ver el comportamiento de la gente o te interesan los temas sociales y al intentar escribir sobre ello, aprecias que las palabras salen fluidas y que no te supone ningún esfuerzo narrar lo que deseas contar. Al final, el resultado de lo que escribas te satisfacerá, ya que no solo te gusta la temática que has usado, sino que, además no te ha supuesto un gran esfuerzo hacerlo.
La realidad y la fantasía son dos nundos bien diferenciados, pero que, sin embargo, comparten muchos puntos en común.
Ambos temas necesitan un conocimiento sobre todos aquellos elementos que vayan a aparecer en las obras que gobiernan. No importa si tu historia tiene como protagonistas unas hadas o unas damas de la alta sociedad del SXVII, debes estructurar a la perfección el contexto para que sea verosímil (y recuerda que verosímil no es sinónimo de realista).
Asimismo, debes tener en cuenta que la aplicación de elementos fantásticos, colocan tu obra bajo la temática fantástica. No vale tratar el tema del acoso escolar y que todos los elementos sean realistas, que aparezca un ser protector o alguna cuestión sobrenatural y pretender catalogar nuestra obra bajo temática real.
En una ficción sin elementos fantásticos, las acciones y los personajes se desarrollan en un ambiente sin magia, ni fuerzas sobrenaturales. El devenir de la historia sucede por las decisiones del personaje y todo el contexto que le rodea. Algunos ejemplos de este tipo de obras son las policíacas, las de investigación, novela negra, novela social, novela histórica…
Las obras fantásticas incluyen todos aquellos elementos sobrenaturales que no hemos podido utilizar en las anteriores, incluyendo mundos creados por el autor con sus respectivos habitantes. Es por esto por lo que el trabajo del escritor se multiplica, ya que el mundo que va a crear no es conocido y tiene que poner especial cuidado en escribir sobre aquel que va a ser dado a conocer de tal manera que al lector le parezca real. De la misma forma, si la historia se encuentra ambientada en la sociedad actual, han de tejerse las teorías, los motivos y los razones por los cuales estos elementos sobrenaturales aparecen y, valga la redundancia, de esa manera, hacerlos parecer naturales.
Como verás, cada tema tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Al final, todo se resume en elegir aquel con el que te sientas más libre y a gusto a la hora de escribir. En la actualidad, si se trata de premios literarios, podemos observar que la literatura fantástica no está en su mejor momento. No obstante, un escritor no debería aspirar a hacerse millonario con sus obras, ya que el tinte comercial que las impregnará será rápidamente detectado y el producto final, carecerá de calidad, puesto que se deja atrás el cuidado y el gusto por escribir que todo buen escritor debería tener.
Mi recomendación es que escribas conforme a tu personalidad, gustos y posibilidades. El éxito, al fin y al cabo, se encuentra en el cariño y la dedicación que pongamos en aquello que hagamos y esto es independiente de la fantasía o la realidad.