No quise verme encerrado entre tantas preguntas sin respuesta. Aún con una mirada tuya siento que el alma quema y desea esparcir el polvo de las llamas de mi mente. Corro y me veo correr más allá del laberinto de la perdición escondida. Sé que allí te encontraré entre las zarzas de mi derrota, como un espíritu expectante de verme hincar las rodillas en la arena de la discordia.
Sonríes con tus ojos de pesadilla y te deleitas con mi caída. Confíe en las alas que ahora son espadas y sus plumas de frío acero se clavan, se clavan, se clavan…
No voy a llorar, no te alimentaré con lágrimas. Arrancaré de tu oscuro rostro la máscara y cuando mi último aliento se funda con el viento, me convertiré en vida, me transformaré en tiempo.
Y tú te marcharás y no regresarán las madrugadas, ni los besos escondidos ni las risas del alba. Pero, seré libertad en el abismo, un fénix sin llamas.
Pisaré la tierra del nuevo camino.
Caminaré sobre las revoltosas aguas.
El olvido gritará tu nombre
y ya no tendrá importancia.
«Escisión» por Verónica Monroy