No podía olvidarla, estaba obsesionado. Jamás había visto una expresión como aquella. Esos ojos abiertos y limpios, ese color espectacular, parecían clavarse en el alma. Nunca se quitaría de la cabeza cómo lo miraba, con qué admiración lo hacía, con qué devoción desde la cama. ¡Hay que ver cómo cambia todo con un poco de tiempo!
Así pensaba en lo que compraba para la cena. Estaba deseando llegar y celebrar que, por fin, habían conseguido entenderse.
Lo que no esperaba era a los vecinos, acompañados por la guardia civil, aguardando su regreso. Pues donde él veía una mirada única y especial, fruto de una pequeña reprimenda, el resto solo vieron la mirada vacía de los ojos de una muerta.
©2020, Verónica Monroy
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