Viento
Un piso en el centro de Madrid y casi regalado. ¡No se lo podía creer! Sandra casi podía estallar de felicidad por lo bien que había salido su inversión. De amplias dimensiones, iba a ser el hogar perfecto para ella. Todavía no entendía por qué nadie había aprovechado una oportunidad como esa. Aunque, bueno, los motivos los sabía. Los vendedores siempre habían informado a los interesados en su compra que tenía «problemas de corriente». Lo habían intentado aislar de todas las maneras y reformarlo, pero les había resultado imposible descubrir la causa, el hueco, la rendija por la que ese molesto viento soplaba de vez en cuando y silbaba por los pasillos.
Sandra agradecía la sinceridad de los antiguos dueños. A ella, que se oyera un ligero silbido o, de vez en cuando, le llegara una suave brisa, no le importaba. Ya tendría tiempo cuando ahorrara un poco más de hacerle una buena reforma por su cuenta. Conocía una empresa muy competente que seguro que daba con el problema.
Así pensó en un principio, con las ilusiones de una nueva vivienda, pero, pasados unos años, su situación era bastante diferente. Se había dejado un dineral en reformas y en psicólogos, pues lo que empezó siendo una suave brisa y un ligero silbido se convirtió en un viento persistente y un molesto zumbido que parecía seguirla donde quiera que fuese en ese piso. Incluso, para dormir había tenido que comprar unos tapones para los oídos y para ver la tele unos auriculares inalámbricos. Esta situación era insoportable. ¡Insoportable!
Una noche, ya cuestionándose vender el piso o no, veía una película de terror en la que se decía que algunos muertos no abandonaban los lugares donde fueron felices y que se manifestaban de diferentes maneras. Al instante, se le erizó el vello de la nuca al recordar que ese piso perteneció al padre de los antiguos dueños, fallecido hacía años entre esas paredes. En ese momento, le dio por mirar al otro asiento del sillón y fue entonces cuando descubrió que lo que soplaba en esa casa no era el viento.
©2021, Verónica Monroy
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La imagen utilizada para ilustrar este relato pertenece a su respectivo autor y se ha utilizado sin ninguna modificación ni con fines comerciales.
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